RECETAS PARA LA VIDA
No era tanto su pasión por cocinar, sino por el orden de las
cosas lo que hacía que todos los actos de su vida estuviesen programados como
si de recetas se tratase. Para todo ello
tenía su propio cuaderno de recetas; perfectamente clasificadas por temas del
mismo modo que lo hacen los libros de cocina (sopas, verduras, hortalizas, carnes,
pescados, postres,…), aunque en su caso los títulos eran bien diferentes
(amistad, amor, trabajo, familia, aficiones, enfermedades y muerte).
Para cada uno de estos epígrafes de la vida componía su
propia receta de forma minuciosa, apuntando sus ingredientes, la forma de
combinarlos e incluso el tiempo de elaboración, con el convencimiento de que,
solo si seguía esta pauta, las cosas le saldrían bien.
En el capítulo de amistad, se podía leer:
Ingredientes para dos personas: empatía, cariño, generosidad y lealtad.
Elaboración: Mezclar la
empatía con el cariño hasta formar una masa homogénea, añadir una gran cantidad
de generosidad y servirlo acompañado de abundante lealtad.
Recomendaciones de
consumo: Al menos una vez al día.
Su receta para el amor incluía como ingredientes, ilusión,
admiración, generosidad, fidelidad y lealtad, puestos a partes iguales por cada
uno de los comensales. En cuanto a su elaboración, indicaba que debían mezclarse,
dejándolos macerar durante el tiempo preciso para que cada ingrediente se
ligase al otro. A la hora de servirlo, debía aderezarse con grandes dosis de
cariño, alegría y ternura. Se recomendaba como plato principal de cada día.
No menos importante era su receta para el trabajo, la cual
debía elaborarse a base de ilusión, afán de superación, esfuerzo, compañerismo
y lealtad. A esta receta le había añadido una pequeña advertencia: No se debe abusar de este plato, pues puede
causar adicción.
El apartado de familia incluía una receta peculiar con dos
llamadas de atención muy especiales. La primera hacía referencia a los ingredientes,
advirtiendo que podrían mezclase cualquier tipo de ellos, siempre que su
procedencia estuviese ligada de alguna manera al ingrediente principal, al que
daba nombre su apellido. La segunda advertencia, hacía mención al consumo
moderado en fechas señaladas como la Navidad. Los empachos de familia son
difíciles de curar.
Las aficiones podrían parecer un plato menor, sin embargo, consideraba
estas recetas como imprescindibles a deshoras. Algo así como el té de las cinco
para los ingleses. Un alto en el camino para retomar fuerzas. Descuidar su
consumo podría tener serias consecuencias.
También para la enfermedad compuso su recetario, precedido de
una pequeña introducción a modo de advertencia.
No es un plato
recomendable, aunque a veces, de forma inevitable nos lo pongan a la mesa. Para
evitar en lo posible su consumo, se recomienda hacer uso en la forma indicada
de las recetas anteriores.
En este caso, no era una receta al uso lo que contenía su
cuaderno, sino algunas recomendaciones para su consumo en caso de ser invitado
a degustarlo. Manipularlo con los instrumentos adecuados, dejarse guiar por el maitre y atender a todas sus
indicaciones.
El último capítulo, el que cerraba el libro de recetas para
la vida, no podía ser otro que el de prepararse para degustar el único plato
que, con toda seguridad, nos servirán a todos; el de la muerte.
Solo un apunte: No hay
recomendaciones ni ingredientes. Solo cuando me llegue la hora de cocinarlo
sabré como hacerlo.