—Dicen que todos tenemos un doble en alguna parte, ¿es cierto
eso?—preguntó el Novicio al Padre Abad.
El Novicio, que había ingresado en el monasterio el mismo día
en que cumplía su mayoría de edad, seguía a ojos ciegos las enseñanzas y
consejos del Padre Abad, un hermano de
avanzada edad cuya vida en la orden religiosa se retrotraía hasta donde le
alcanzaban los recuerdos.
—Eso dicen—contestó—todos tenemos un sosias, hijo.
—¿Un sosias?, ¿qué es un sosias?—preguntó extrañado el
Novicio.
—Así es como también denomina el diccionario a la persona que
puede pasar por nuestro doble—aclaró el Padre Abad—incluso hay quien sostiene
la teoría de que cada persona, no tiene uno, sino siete sosias o dobles
repartidos por el mundo.
—¿Siete?—preguntó el Novicio sorprendido.
—Sí, mi querido Novicio, siete afirma que son el fotógrafo
canadiense François Brunuelle, que ha dedicado trece años a confirmar su
teoría, buscando e inmortalizando el fenómeno con su cámara.
—Pero si admitimos solo el echo de que existan parejas de
iguales, porque lo de siete ya me parece mucho admitir, y que cada uno de
nosotros tenga un igual en alguna parte, se me ocurren muchas preguntas.
El Padre Abad, armado de la paciencia que la vida monacal le
había inferido, compuso un gesto que animaba al Novicio a lanzar sus preguntas.
Había despertado su curiosidad.
—Eso significa que la
humanidad está formada por un número par de personas—afirmó el Novicio—y que
esto siempre es así, porque de lo contrario dejaría de cumplirse la regla.
Significa, así mismo, que si mi doble, por ejemplo, se muere, yo debería
morirme al mismo tiempo, porque de no ser así, también se rompería la regla.
Por otro lado—prosiguió—si alguien, en algún rincón del mundo, es igual a mí,
tendrá mi misma edad e irá cambiando sus rasgos al mismo tiempo que yo, porque
de otro modo, dejaríamos de ser iguales. Eso me lleva a pensar que habrá nacido
en el mismo momento que yo, con lo que podemos afirmar que cada vez que nace
alguien, en algún otro lugar, nace otra persona que será igual a él. ¿Alguien a
comprobado si los nacimientos que se producen en el mundo cada día forman un
número par?
El Padre Abad no salía de su asombro con las reflexiones que
el Novicio hacía. A primera vista, parecían reflexiones simples, pero
irrefutables si mantenemos la teoría del sosias universal. Buscaba en el fondo
de su cerebro alguna explicación que ofrecer a las dudas de su pupilo, pero no
pudo articular ninguna.
—¿Y los chinos?—prosiguió el Novicio—¿también tienen los
chinos un sosias?, porque a mi todos los chinos me parecen iguales, todos me
parecen sosias de todos, aunque supongo que entre ellos se distinguirán, pero
eso me lleva a pensar que el fenómeno de los dobles se debe dar por razas,
porque será difícil que yo mismo, castellano y cejijunto, pueda tenar un doble
chino o negro.
—Eso por supuesto—dijo el Padre Abad con poco convencimiento
pero en tono de autoridad.
—Dígame Padre, ¿cómo conseguiremos el día del Juicio Final,
cuando Dios nos llame a todos, reconocer a quienes hemos amado en la Tierra sin
confundirlo con su doble? Y, si Dios creó a Adán y Eva y de allí procedemos
todos, ¿acaso es que creó otra pareja de iguales a nuestros primeros padres o
es que Adán y Eva tuvieron hijos gemelos?, porque la Biblia no habla de ello.
Ahí, el Padre Abad, descompuso el gesto y con la autoridad que le confería su rango, concluyó :—No te
atrevas a poner en duda los designios de Dios, su palabra está en la Biblia y
esta no se discute. No hay duda que no pueda borrar la fe. Hijo mío, vive en la
fe y el cielo disipará tus dudas.
Sin mucho convencimiento, pero con un gran sentido de la
obediencia, el Novicio no volvió a hablar del tema.
El Novicio no llegó a profesar los hábitos, unos años después
abandonó el monasterio y dicen por ahí que dedicó su vida a comprobar la
veracidad de la teoría del sosias universal.